El diario de Anna Frank: una película que vale la pena ver
Hoy hablaremos de cine clásico basado en una obra literaria también clásica
El diario de Anna Frank es una película dramática estadounidense de 1959, dirigida por George Stevens y protagonizada por Joseph Schildkraut, Millie Perkins y Richard Beymer, en ella se narra la historia de la familia Frank durante la persecución judía en alemania a través de las anotaciones de Anna Frank, la hija menor. Estas anotaciones fueron rescatadas y sirvieron para la adaptación teatral hecha por Frances Goodrich lo que hizo posible la realización de la película.
Después de terminada la guerra Otto Frank (Joseph Schildkraut) se propone regresar al ático donde se encontraba escondido junto con su esposa y sus dos hijas. Al ingresar junto con unos amigos descubre el diario de su hija menor, Anna, quien escribiera en él su visión del mundo, así como la vida junto con siete personas dentro de un espacio sumamente reducido. En este filme se hace una adaptación de la vida de Anna, desde sus doce años de edad en la cual ella y su familia arribaron al ya mencionado ático que funge como escondite, hasta sus catorce años, cuando es deportada por vecinos y llevada al campo de concentración de Bergen-Belsen .
Todo empieza con la estancia de la familia Frank en el ático, un sitio donde prácticamente deben quedarse callados durante la jornada laboral y deben tratar de llevar su vida de la manera más normal posible. Sin embargo, la familia Van Pels también debe rehacer su vida en ese pequeño sitio, junto con un inquilino más, el señor Kraus, quien se anexa durante la trama. Con todo esto, estas ocho personas hacen toda clase de intentos para que la convivencia funcione de tal modo que no se maten entre ellos.
Si bien el miedo, así como la incertidumbre están presentes en todo el filme, también se encuentran escenas graciosas y románticas entre Anna y Peter, el único hijo de los Van Pels. Hecho curioso ya que en un principio ellos se repudian, pero la convivencia aunada a los sentimientos confusos hacen que el amor gane partida iniciando un romance entre ellos, romance que vive hasta el 4 de agosto de 1944, cuando por fin son descubiertos.
Por razones de sensibilidad y censura de la época este filme nos deja en la antesala del infierno; termina de manera fulminante con el arribo de la Gestapo al recinto, esta última escena evita una representación visceral de una niña sin cabello, mal cuidada y vestida de rayas. Este final gusta bastante ya que no es el morbo de observar la brutalidad de la guerra, sino que el filme presenta un final abierto a las interpretaciones del espectador.
Por otro lado, la película nos regala una de las mejores escenas de romance del cine de la década de 1950 dado a la sublime actuación de Millie Perkins (Anna Frank) y Richard Beymer (Peter van Pels). La representación nos transmite un sentimiento único. La pareja posa frente a la ventana admirando el cielo sin saber que es la última oportunidad de admirar ese paisaje e inmediatamente unir sus labios en un beso desesperado, sin necesidad de palabras más que aquel gesto que representaba el fin de su confinamiento.
Finalmente, el filme posee un valor informativo inconmensurable para la época, ya que ayudó a crear los pasos para que una concientización sobre la xenofobia se hiciese aún más fuerte. En la película homónima de 2001 ya se aborda el tema de manera tal que se cubre uniformemente la relación de Anna tanto con sus padres, así como su relación con Peter.