Capítulo Cuarto: Una Nueva Esperanza – Parte 2
– Oh, buenos días, Markus – su tono de voz era suave y relajado, nada que ver con el que fue a acostarse ayer – Ven, siéntate aquí – Me hizo un gesto para que me sentara al lado de ella en el sillón
– Jawohl, Fräulein Noa – respondí – Será un placer
Me senté a su lado y ella se acurrucó junto a mí. Ahora lo comprendía. Debía de sufrir un desequilibrio de la temperatura corporal, aunque eso, siendo un vampiro, es algo extraño, ya que nosotros no sufrimos las inclemencias del tiempo como los mortales, somos mucho más resistentes.
Supuse que sería un reflejo de su vida mortal. A veces nos ocurre.
– Veo que tenéis frío, Fräulein Noa. No hay problema. Ahora mismo os buscaré algo con lo que os podáis cubrir más adecuadamente – dije mientras me levantaba
La cara de Noa cambió radicalmente. Volvía a tener la cara de enfado.
Me quedé parado sin saber qué hacer. No entiendo nada. Juro por todo lo sagrado que no comprendo en absoluto sus reacciones.
¿Qué demonios estoy haciendo mal? ¿acaso no me estoy comportando como un caballero con una dama? Me he ofrecido a traerle algo de ropa que ponerse encima de esos andrajos que lleva puestos para que no pase frío.
Debía de haber hecho algo gracioso porque Henry y Victoria se miraron y empezaron a reírse.
– Eres increíble, Markus – Noa se levantó y se acercó hacia mi
Se movía de manera muy extraña. Debía de tener alguna lesión en la cadera o algo por que andaba un poco agachada y contoneando exageradamente la cadera. Desde ese ángulo, se le veían los senos perfectamente.
¡Claro! Seré estúpido. Ahora lo entiendo.
– Tenéis razón, mi señora. Soy un estúpido por no haberme dado cuenta antes. Y os pido disculpas por ello – La expresión de Noa se suavizó. Volvía a estar alegre – En cuanto nos hayamos presentado ante el gobernante de esta ciudad, suponiendo que haya alguno, iremos a denunciar la agresión sexual que habéis recibido en el transcurso de esta mañana. Yo os acompañaré
Henry y Victoria no pudieron contener más las carcajadas. De hecho, Victoria estaba llorando de la risa.
No lo entiendo. ¿O acaso en el siglo XXI las violaciones son temas de risa?
La expresión de Noa volvió a cambiar. Volvía a ser su cara de furia.
– ¿Asalto sexual? ¿Me quieres decir que esta ropa, mi tono de voz y los movimientos te indican que he sufrido un asalto sexual?
Mientras se acercaba a mí, iba estirándose la ropa, con lo que dejaba sus atributos femeninos a la vista. Rápidamente me di la vuelta para no ver nada que no debía de ver.
– Serás cobarde. Date la vuelta ahora mismo y mírame
Oí un bofetón y las excusas de Henry diciendo que él no estaba mirando nada.
Me giré poco a poco. Mantuve la mirada baja. No quería agraviarla más.
– Esto no va a quedar así, ¿me oyes? Acabarás cayendo. Nadie se me resiste
Que acabaría cayendo. Claro que sí. Somos humanos, y tarde o temprano todos caemos. Por un tropezón o un empujón o cosas así. Sólo había que tener paciencia. Y Noa no parece ser del tipo de personas que la tiene. Demasiado impulsiva me parece a mí.
– Bueno, creo que ya va siendo hora de que vayamos a presentarnos ante el gobernador – dijo Henry – Según he averiguado mientras salí a cazar, no somos los únicos vampiros de la ciudad. El gobernador se llama Calabrés, lo que no sé es el clan al que pertenece
Estupendo. El príncipe Calaveras. Con ese nombre quizás sea de mi linaje. De alguno de los dos. Esperemos que sea del correcto.
Nos preparamos y fuimos al Elíseo a ver al gobernador y a presentarnos.
El Elíseo se encontraba en el centro de la ciudad al lado de la plaza del mercado.
Era un edificio de una sola planta, pero con una planta enorme. Debía de tener unas quince o veinte habitaciones.
Un sirviente humano nos hizo pasar a la sala de audiencias, donde nos esperaba el gobernador y sus dos consejeros. Vicky se quedó fuera. Solo se permite la entrada a vampiros.
El gobernador se encontraba sentado en la parte más alejada de la mesa, presidiéndola, como es tradición.
Era una persona de complexión normal, de tez morena y pelo negro azabache con unos ojos marrones penetrantes. Estaba en completo silencio.
A su derecha se encontraba el Ejecutor, un hombre alto, de larga melena oscura, complexión fuerte, vestido con ropajes muy oscuros y armado con una gran espada que llevaba enfundada en un costado.
A su izquierda se encontraba el senescal. Era un hombre anciano, de mediana estatura, con pelo cano.
Había algo en el gobernador que no era lo que aparentaba. Algo extraño. Con mis sentidos aumentados podría haber averiguado fácilmente lo que era, pero en el Elíseo está prohibido usar habilidades vampíricas.
En fin, ya lo averiguaría en otro momento.